Bienvenido a mi cocina!

Me llamo Sofía Martín, tengo 43 años y nací en Valencia, España. Desde que tengo memoria, las cocinas han sido mi refugio: el eco de los cuchillos cortando cebollas, el aroma de las naranjas recién exprimidas y el calor del horno despertando migas de pan. Crecí en una familia donde cada fin de semana mi madre preparaba un arroz al caldero y mi padre regañaba juguetonamente cuando intentaba robarme un buñuelo caliente. Aquellas tardes me enseñaron que la verdadera magia de la cocina nace en la complicidad compartida alrededor de una mesa.

A los dieciocho años tomé la decisión de inscribirme en la Escuela de Hostelería de Valencia, convencida de que quería darle alas a mi curiosidad. Allí aprendí desde la teoría de la cocina mediterránea hasta técnicas avanzadas de repostería. Pero pronto descubrí que el mejor aula estaba en el mercado central: paseando entre puestos de verduras de colores vibrantes, pescaderías donde el pescado brillaba con la brisa del mar y charcuteros que me contaban historias de familia mientras cortaban una loncha de jamón. Fueron esos encuentros los que me mostraron que cada receta es un reflejo de la tierra y de las manos que la cuidan.

Tras acabar mis estudios, pasé cinco años trabajando en un restaurante familiar en el barrio del Carmen, donde mi misión era convertir en oro las sobras de cada día: sopas frías con pan duro, croquetas con trocitos de carne de guisos anteriores y mermeladas con frutas que iban a perder su frescura. Más tarde, viajé a Madrid para sumergirme en la cocina contemporánea de un gastrobar de moda, donde aprendí a jugar con texturas y elementos sorpresa. Hace diez años decidí regresar a mi Valencia natal, y desde entonces he liderado la cocina de un proyecto de comida sostenible en una cooperativa rural. Allí, reaprendí la paciencia al fermentar mi propio pan y comprendí cómo la cocina puede curar vínculos entre personas y paisaje.

No todo en mi trayectoria ha sido glorioso. Recuerdo con humor aquella tarta de melocotón que se desmoronó en el horno por exceso de levadura, o la sopa de ajo que casi logro quemar por distraerme hablando con un agricultor sobre sus tomates. Cada uno de esos “tropiezos” me enseñó a cultivar la paciencia y a celebrar que, en la cocina, a veces los errores son puertas abiertas a nuevas ideas.

Hoy, desde mi acogedora cocina en Valencia, me encanta compartir recetas sencillas y honestas que cualquier persona pueda recrear en casa. Mi filosofía es respetar el producto de temporada, dejar que el instinto guíe mis manos y atreverme a probar combinaciones inusuales, sin miedo a mancharlo todo. Si en algún momento dudo de mi rumbo, cierro los ojos y escucho el murmullo de mi abuela animándome a “ponerle el alma” a cada plato. Porque, para mí, cocinar sigue siendo la forma más cálida de decir “te quiero” y la mejor manera de regresar siempre al hogar.